jueves, 13 de agosto de 2009

Trágame Tierra!!!

Había buscado todo un día un vestido sentador, de buena caída y buen precio por las callecitas de Patronato. Lo combiné con collar, anillo y pendientes al tono, además de zapatos “letizios”, aquellos terraplenes, tan de última moda que ahora de nuevo se van tomando los pies de las mujeres.

Quería verme bien en el cóctel, así que también fui al peluquero y me hice un corte que luego de unos cuantos minutos de planchado me quedaba, al menos yo creía, bastante bien. En el camino pasé por la Casa Pichara y compré pestañas postizas y uñas acrílicas con manicure a la francesa. O sea, me tomé la producción en serio, porque era el primer evento importante al cual me invitaban como alumna y, por supuesto, no quería desteñir frente a mis compañeritas de curso cuyos físicos son como las de American Top Model. O sea flacas, altas y reegias.

Encima de mi vestido azulino, puse mi chaqueta o blazer negro más elegante y brillante ( tengo varios: para jeans, pantalones formales o para vestidos de fiesta o cocktail) y en realidad el conjunto me quedaba bastante bien y disimulaba en parte los tres kilos que había ganado a punta de chocolatitos y entremeses.

En el cóctail todo bien. Buena la conversa, los pisco sour, los canapés con productos marinos y la comida igual a todas: la diferencia a una comida diaria está en el tamaño de las porciones y el adorno. O sea nada nuevo y todo iba bien.

Luego de un show de unas bailadoras andaluzas, con mediana gracia, anuncian la entrega de premios a los mejores trabajos del año anterior y ¡oh sorpresa! Tengo que pasar al escenario a recibir un diploma con la Gaba y la Bea. Sorprendida y contenta, dejo el blazer en la silla y paso en vestido al escenario. Click, click, fotos de rigor y ….

¡¡Horrorrrrr!!!! Casi me desgañito gritando cuando la Maca me manda un mail para que vea en Facebook una foto donde estoy etiquetada. Perdón, donde mi AXILA está etiquetada. Porque entre tanta preocupación por la pinta….me olvidé depilarme las axilas y…ya se imaginan la plancha que pasé. De la pura vergüenza, creo que hasta me salieron pelos en la cara…..

Nota: Para que vean que a cualquiera le puede pasar , unas fotitos de celebridades.



lunes, 27 de julio de 2009

La juventud como Valor

Un ex compañero de Post Grado, ingeniero comercial de profesión y dueño de una agencia de Marketing, acostumbraba a amenizar las clases con chistosos comentarios. Una vez dejó a todos riendo a mandíbula batiente cuando mencionó -ya no me acuerdo a pito de qué- que " no hay mujer fea, sino hombres pobres". A las mujeres presentes nos pareció un comentario deprimente, aunque debo reconocer intrigante.

Me acordé de él luego de enterarme que la BBC de Londres cambió a varias presentadoras maduritas por más jóvenes, lo que nos lleva a preguntarnos por qué para las mujeres la juventud es un valor y a veces el más importante??? ¿Por qué aceptamos las canas de los varones como sinónimo de madurez, sapiencia, mientras que a las mujeres nos condenan por viejas?
Así las cosas, durante el cóctel de inauguración del año académico del Post Grado derechamente le pedí a mi ex compañero de curso que argumentara respecto de la fealdad y vejez femenina y se explayó en un blablabla sobre la invisibilidad de las mayores de 35 (como si nos convirtiéramos en invisibles), y al final remató que el hombre no sufre los rigores de los años porque tiene una solución barata para sus problemas de autoestima: el Viagra. "Mira, no sé mucho de mujeres, pero he pensado en como las afecta el paso del tiempo, la vejez y los cabros chicos... y esta es la cirugía. Porque si quieres el poto de la Blanquita Nieves lo pagas; si quieres tener una cintura de quince, lo pagas también..." O sea que -interrumpí- "tal como tú dices, en esta sociedad no hay mujeres feas, solo hombres pobres..."
Más allá de quien pone las lucas para la operación, (en realidad conozco decenas de mujeres que se han endeudado hasta con la tarjeta de supermercado para reducir sus guatas con bisturí, y entre ellas hay desde cerebros de hormiga a doctoras en alguna disciplina científica), el sólo pensar que para muchos existimos sólo mientras nos vemos bien es para pensar que "no hay mujeres feas, sino hombres ciegos". Por mi parte, me sumo al grupo de más de dos mil ingleses que reclamó ante la BBC.

Mi marido, un cacho

Estoy casada y feliz, por lo que de "cacho" no le viene a mi marido -hasta el momento.... Pero si le cae de perillas al ex de una amiga, quien con alegría (no sé si fingida, vaya a saber uno ) me cuenta en medio de los sorbos de la caipirinha del aperitivo del asado que "al fin me deshice del cacho de mi marido". Casi sin respirar y mientras yo trataba de recordar si este ex era el mismo prometedor ingeniero, de buena familia y grandes ambiciones con el cual se casó hace dos décadas, Verónica me cuenta que "me cansé de cargar con ese vago. Lo mantuve durante seis años así que afortunadamente se fue de mi vida....".
La verdad es que no esperaba un juicio tan duro de Verónica, pero me relata variadas historias del cachito. Que mientras ella se mataba trabajando y cuidando a las niñas, el sujeto creía que tenía que trabajar sólo para él y se daba unos gustos de soltero, que !ni te cuento!, que salía los jueves con sus amigos, que el sábado iba a la liga de no se qué colonia y seguía a la Selección a todas partes, sin importar que el colegio del mes no estuviera pagado. Nos reimos mientras Lorena interrumpe para decir que seguramente era tan flojo como su ex, quien estaba convencido que los fines de semana eran para atendido como un sultán. Con curiosidad pregunto a Verónica que pasó con su ex y me cuenta con un gesto de alivio que se volvió a casar y tiene una guagua nueva. "Afortunadamente para mí, con una mina más joven, para que lo mantenga", jaja.

miércoles, 15 de julio de 2009

Autos y Perros Aspiracionales

Miro por la ventana y con incredulidad compruebo que mi vecino cambió nuevamente sus dos autos. No tendría nada de malo si fuera millonario o si los vehículos tuvieran varios miles de kilómetros, pero la verdad es que gana bien sin ser rico y que cambia de auto una vez al año. Y esta vez lo hizo !!!dos!!! No puedo terminar preguntándome que en vez de gastar tantos millones en un vehículo que su esposa usa con suerte para ir al supermercado y él para depositarlo en el estacionamiento del trabajo podría comprarse una mejor casa –digo yo-. Para no tener ese colchón parado en la ventana de su escritorio por falta de espacio.
Bueno, es el mal de los barrios de clase media donde la necesidad de salvaguardar la imagen se centra en la posesión de autos -ojalá 4X4 para que las señoras lleven a los niños al colegio o vayan al supermercado, y los perros. Ojalá tamaño XL o de razas y aspectos raros.
Quizás tenga una sana envidia, porque perros no tengo y mi auto tiene ¡12 años!, pero como gasta tan poco y funciona tan bien, no tengo la menor intención de cambiarlo. Aunque después de escuchar a un profesor de Marketing respecto de que una forma de dar valor a una propiedad a la venta era tener un auto caro en el estacionamiento, podría evaluar la compra de otro más moderno….cuando quiera vender mi casa y cambiarme a un barrio menos aspiracional.

viernes, 5 de junio de 2009

Manejo del Tiempo

A veces reclamo porque siento que paso el día apagando incendios o haciendo cosas necesarias, urgentes, pero que al final del día inútiles. Mi amiga Ximena me aclaró el tema con un buen ejemplo: pasarse el día haciendo las cosas que “debo hacer hoy” implica pasársela contestando el mail, llamando por teléfono, asistiendo a reuniones, etc. Lo importante es planificar para que las horas no se esfumen entre los dedos.


¿Cómo hacerlo?

Hacer una buena planificación estratégica que incluya nuestros objetivos a mediano y largo plazo, es decir estudio para la prueba de mañana, pero también me preocupo del trabajo que tengo que entregar en dos semanas. Administro mi vida sacándole el jugo a las 24 horas, para que cuando me entregue en la noche al control remoto no sienta que el día "pasó en banda".

Una profe amiga me entregó unos truquitos. Se los comento:

1.- Plantéate metas reales, medibles y alcanzables sobre lo que realmente quieres hacer. ¿Seguir un curso?, ¿Ir al gimnasio? Así el día se enfocará en torno a lo importante.

2. Escriba pendientes. Ximena ocupa un cuaderno tipo college para anotar ordenadamente lo que tiene que hacer y un corrector blanco para eliminarlos cuando los logra .

3. No te disperses. Si usa este cuaderno para sus pendientes laborales, hay que dejarlo en la oficina para llegar a su casa con la mente aliviada y concentrarse. Nada que ver con estar en un café torturándose con el Pendiente número 48…. Además, el que mucho abarca....poco aprieta.

4. Bendito orden: Mantener el escritorio, la pieza o el lugar de trabajo sin papeles arrumbados ayuda a descansar la mente y disminuye el estrés. ¿Qué hacer para lograr tener un lugar despejado? Los japoneses recomiendan no mover un papel si no se tiene la intención de hacer algo con él. O sea, cada vez que nos llegue un mail o documento lo que se puede hacer se reduce a: Delegar, Archivar, Tramitar o Tirar.

6. Usa la agenda. Cumple las actividades programadas y aprende a decir que no a actividades que interrumpan esta programación. O sea si te invitan a ir al cine cuando te comprometiste a estudiar con tu amiga para el examen de dos días, no aceptes. Y cuando aceptes una invitación ¡hazlo y no postergues!.

A mí estos trucos me dan resultado y siento que avanzo en el logro de mis metas y que el día me rinde un poco más.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Reinventarse

A la salida de la reunión semanal de la empresa donde trabajo part time, Paola me invitó a tomar un café cortado. Aprovechamos de conversar de las nuevas exigencias formales del trabajo, de la crisis y de las ganas que tenía de reinventarse, a los 38 años. Claro, con el miedo a la cesantía, a que con el sueldo de una profesional senior contratan dos o más jóvenes sin experiencia, lo único que va quedando es reinventarse periódicamente. Es decir mutar, explorar, lo que en estricto rigor equivale a capacitarse, a seguir estudiando de lo mismo y mejor o sencillamente cambiar de rumbo. O sea, si durante 20 años fuiste secretaria, a lo mejor con unas lucas y mucho esfuerzo sacar una carrera. Así lo hizo Mónica, una conocida a quien conocí como secretaria, pero que ahora cerca de los 50 es la jefa administrativa del servicio porque sacó una ingeniería en ejecución vespertina (y se la pagó la empresa). Tengo también amigas periodistas que se convirtieron en abogadas o ingenieros comerciales, a profesoras que mutaron a sicólogas; parvularias que ahora son entrenadoras de yoga; vendedoras que con un Master son ahoras gerentes de Producto, etc, etc. Y muchas veces a costo económico cero, porque cada vez son más las empresas que dan a sus funcionarios la opción de capacitarse. Claro, que "hay que poner en remojo las neuronas", lo que implica estudiar en cada rato libre, ir a clases los fines de semana, hacer trabajos en vacaciones, etc, pero es un sacrificio que lejos vale la pena. Porque estudiar revitaliza y además, rejuvenece.

martes, 5 de mayo de 2009

¡Bingo!...Un bebé a los 40

Tuve mi tercer hijo a los 42 años... Cuando llevaba ¡al fin! una vida lejos de mudas, pañales, noches en vela, dramas porque había faltado la empleada y todo lo que conlleva la crianza de un bebé. El caso es que pese a que las probabilidades de embarazo eran apenas sobre cero, quedé en estado. Y con un embarazo de alto riesgo, que los doctores y todo el mundo se encargaron de hacerme sentir bien a menudo. Así, a la angustia y preocupación de tener un hijo se se sumó la probabilidad de que naciera con problemas debido a mi edad ( afortunadamente para mi salud mental nadie consideró la del padre, más viejo aún). Pasé semanas terribles donde las estadísticas de Sindrome de Down taladraban mi cabeza y finalmente me hice una ecografía que mediante el análisis del fémur y otros huesos alejaron un tanto la probabilidad de tener un bebé con alteraciones cromosómicas. Recuerdo que salí de la consulta con un poco más de optimismo, pero también pensé ¿si tengo un hijo con limitaciones lo voy a devolver? Obvio que no, así que decidí olvidarme un resto de médicos y exámenes y ser optimista. Me dediqué a comer sano, a nadar, hacer ejercicio y a descansar.
Al final, el embarazo de vieja fue lejos el mejor de los tres y el que menos impacto provocó en mi cuerpo. ¿Yel niño? Nació perfecto y en una casa armada, llena de afecto para recibirlo

miércoles, 15 de abril de 2009

No Money No love


Realmente herví de rabia cuando en uno de los almuerzos sabatinos con mis compañeros del magister, los patudos machistas comenzaron a… pelar a las mujeres. Que las jóvenes, que las menores de treinta, que las de cuarentas eran todas unas viejas. Que había que cambiarlas por dos de veinte…

Con Tamara esbozamos unas risitas nerviosas primero, jiji - que no nos vayan a meter a nosotras en el saco, pensamos-, pero ligerito prendimos y decidimos salir al ataque. Nuestro contundente argumento fue que el hombre sufre notoriamente el paso de los años y para ese “impedimento” lo único que sirve es el dinero.

“¿Alguien conoce a algún hombre mayor y pobre que ande con una regia estupenda?”, les preguntamos. Por supuesto que no, porque en nuestro continente machista usualmente se da la vinculación entre una mujer pobre, generalmente con menor educación y un hombre mayor, pero (he ahí el detalle) con una billetera interesante. O sea si no tienen dinero, no tienen nada y menos a las diosas que ellos creen conseguir per se.

Por ejemplo, tengo un conocido de cerca de 60 años, Luis, que está casado por segunda vez con una lola de 28, a quien conoció a los 22 años, Claro que él es un médico de prestigio, con sólida situación económica, hijos ya profesionales y ella recién está iniciando una carrera en una universidad de segundo nivel que, por supuesto él paga. Y él más encima se cree la muerte y jura que es por su propio mérito…

Nosotras las mayores nos reímos de su ilusión y pensamos que si fuera realmente tan seguro de si mismo se buscaría una mujer de su nivel y condición. Que al menos probara que puede valerse por si misma.

martes, 14 de abril de 2009

¿Dueña de Casa?

El otro día mi vecina Marcela me comentó lo mucho que trabajaba como ingeniero. No ahorró adjetivos para describirme sus éxitos, lo mucho que tenía que viajar a congresos y bla, bla,bla. Yo le miré sus sandalias de 12 centímetros desde mi modesto pantalón de algodón e intenté una débil defensa de mi condición: pues, que puedo darme el lujo de cuidar personalmente a mis hijos, sin dejar esa tarea a una “nana”.

Por mi barrio, de clase media acomodada, son las nanas, mujeres dedicadas a las tareas del hogar quienes se encargan de los niños mientras las “jefas” trabajan, estudian, salen de compras y van al gimnasio.

Mi caso es un tanto distinto. Tengo tres hijos, estudios de post grado y siempre he tratado de acomodar mi trabajo a las necesidades de mi familia. Así, en alguna época he trabajado como esclava en jornada completa y descansos cada 12 días; en otras lo he hecho por media jornada; en otras desde la casa, por encargo y también me he dedicado sólo a hacer las tareas del hogar y atender a mis hijos. He tratado de ajustar la intensidad laboral a la edad de los niños, considerando como una inversión el amamantamiento y el cuidado exclusivo (por esta vez no lloraré sobre los costos de oportunidad, es decir lo que he dejado de ganar fuera).

Por eso, cómo he estado en todas las trincheras puedo valorar cual de las modalidades me ha resultado más difícil, más simple, estresante o placentera.

Creo que tener harta ayuda doméstica y una oficina en la casa, que es lo que yo he tratado de hacer en los últimos años, es un punto medio. Que permite dosificar esfuerzos, atender bien a la familia, pero tiene el inconveniente de que cuando uno está más inspirado llega el jardinero, se asoma el cartero a cobrar deudas o, peor aún, la guagua tiene un berrinche en medio de una conversación telefónica importante.

Sumando y restando, aún cuando los jefes y el trabajo externo son pesados, opera como un bálsamo la posibilidad de salir arreglada, maquillada, tomar café o almorzar con los compañeros de trabajo y sobre todo recibir un pago…

En la otra vereda, siento que lo peor es tener niños chicos y quedarse en la casa, trabajando como esclava y enfrentada a diálogos filosóficos con la empleada sobre la mala disposición de la basura , el color de la caca de la guagua y extrañando a muerte el café de máquina que amenizaba la oficina, los almuerzos con los compañeros de trabajo y hasta las idas al baño. Y lo peor es que es un trabajo por el cual nadie da un peso...

En síntesis: que crezcan rápido los niños para volver a trabajar remuneradamente...