Tuve mi tercer hijo a los 42 años... Cuando llevaba ¡al fin! una vida lejos de mudas, pañales, noches en vela, dramas porque había faltado la empleada y todo lo que conlleva la crianza de un bebé. El caso es que pese a que las probabilidades de embarazo eran apenas sobre cero, quedé en estado. Y con un embarazo de alto riesgo, que los doctores y todo el mundo se encargaron de hacerme sentir bien a menudo. Así, a la angustia y preocupación de tener un hijo se se sumó la probabilidad de que naciera con problemas debido a mi edad ( afortunadamente para mi salud mental nadie consideró la del padre, más viejo aún). Pasé semanas terribles donde las estadísticas de Sindrome de Down taladraban mi cabeza y finalmente me hice una ecografía que mediante el análisis del fémur y otros huesos alejaron un tanto la probabilidad de tener un bebé con alteraciones cromosómicas. Recuerdo que salí de la consulta con un poco más de optimismo, pero también pensé ¿si tengo un hijo con limitaciones lo voy a devolver? Obvio que no, así que decidí olvidarme un resto de médicos y exámenes y ser optimista. Me dediqué a comer sano, a nadar, hacer ejercicio y a descansar.
Al final, el embarazo de vieja fue lejos el mejor de los tres y el que menos impacto provocó en mi cuerpo. ¿Yel niño? Nació perfecto y en una casa armada, llena de afecto para recibirlo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario